4 de febrero de 2013

1.2

Andar sin rumbo no resultaba ser uno de mis pasatiempos favoritos. La espesa nieve realentizaba el ritmo, pues cada paso a veces costaba más de sacar de la nieve que el anterior. Habían pasado ya tres días desde mi fuga, y desde aquel día no había vuelto a oir el ruido de los cascos al galope en mi busca, en otro sitio que no fueran mis sueños. Casi no había conseguido dormir más de cuatro horas seguidas debido al miedo, aún no estaba lo suficientemente lejos como para poder respirar con seguridad, además el frío tampoco me ayudaba a conciliar el sueño por las noches, que se volvían mñas gélidas que el día.
La comida también era un problema, no era tarea fácil encontrar algún animal de pequeño tamaño al que poder engañar y aunque consuiguiera cazar, solo había podido hacer fuego durante dos segundos excasos. Por suerte, no tenía ningún problema en alimentarme de pequeñas plantas que se escondían entre los arbustos, para no ser cubiertas por la nieve.
Me aferré al abrigo con la esperanza de que desapareciera el frío. Llevaba horas andando, pero la distancia recorrida no era la suficiente, debía seguir un poco más. Después de unos minutos, vislumbré algo oscuro entre la nieve. Desde aquella distancia no podía distinguir muy bien lo que era, aceleré el paso con cautela. Era una señal, según esto, me dirigía hacia Argentum.
Recuerdo a mi padre haber nombrado aquel nombre una o dos veces cuando hablaba con Garech, sobre largos viajes en busca de libros extraños.
Ya faltaba poco para la puesta de sol, tenía que preparar un lugar para pasar la noche, y algo para comer, así que hice lo mismo que todos los días anteriores, me adentré lo suficiente en el bosque para no ser vista y busqué agua y algo que calmara los rugidos de mi inquieto estómago.
La noche fue larga, pero no tan fría como las demás. Tenía que ponerme en marcha, el tiempo ahora mismo era demasiado valioso como para desperdiciarlo en intentos vanos de descansar.
En cuestión de horas, estaba ya atravesando las desérticas calles de Argentum. Parecía una ciudad fantasma. Me dirigí hacia un letrero en el que ponía en mayúsculas "POSADA". En realidad, no sabía muy bien qué esperaba, ya que no tenía dinero para pagar un alojamiento ni comida y no parecía haber nadie cerca, así que seguí andando hasta llegar a una plaza. Poco a poco empecé a escuchar un ruido que me resultó algo familiar, eran cascos de caballo. "¡Oh, no. Me habían encontrado!" Sin darme tiempo a reaccionar, una mano me cubrió la boca y me llevó de espaldas hasta un callejón. Pude ver como los caballos negros cruzaban a gran velocidad la plaza sin detenerse, había faltado poco.

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