20 de junio de 2012

Saber que esa persona está lejos, demasiado lejos. Cada vez le echas más de menos, y hasta hace unos días no sabías que eso pudiera suceder.  Pensar que te diste cuenta de cuanto le querías el mismo día que escogió para decirte adios. Un adios que empezó con una sonrisa amistosa y terminó con los ojos en lágrimas y unas ganas enormes de lanzarte a sus brazos y decirle que no podías dejarle marchar.  La gente crece, madura, todos los caminos que recorristéis de la mano saltando todo los obstáculos juntos se van separando poco a poco hasta que solo os acaba uniendo una misma idea que acaba desapareciendo.  Nuevas rutas, diferentes caminos, extrañas ideas que cruzan tu cabeza como estrellas fugaces, sí como las estrellas que viste junto a él aquella noche tirada en el suelo. No puedes parar de ver las fotos que manda, no puedes parar de ver su sonrisa, esa sonrisa que solíais compartir casi todos los días cuando todavía no eras consciente de todo lo que podría pasar algún día.  Porque tienes ganas de gritar y de que él te pueda escuchar.